JUEVES
SANTO
Son
tres días antes de pascua sin procesiones salgo de mi cuarentena clínica y me
incorporo al enclaustramiento por decreto. Superé el demoníaco vibrión con la
ayuda del señor, la intercesión de algunos santos de devoción y sobre todo del
coraje y entrega de mi mujer María José. Parta huir de la gran obsesión me
pongo a escribir un artículo sobre Miguel Delibes "El Camino el humor la
ternura y la crudeza de Castilla antes del Corvir-19 pero el artículo se traspapeló
en el proceso de arrastre. Delibes en esta su mejor novela la clave. Nos revela
cómo son los castellanos en sus miserias y grandezas, en su aguante, su dureza
frente al sufrimiento, su ternura y su sentido del humor. Villas y pueblos con
sus castillos con sus torres y sus iglesias. Los pueblos no estaban vacíos. El flagelo
de la emigración en masa a las ciudades o a Europa la desconocíamos.
Un artículo
memorable en que apunto genialidades que no soy capaz ahora de recordar. La inspiración
como el amor pasa sólo una vez en la vida habrá no obstante más días de longaniza.
Mirando
para atrás y recorriendo el listado de mis archivos miro el cúmulo de artículos
por mí redactados (he sido el operario
de la hora undécima para Internet sin reconocimiento ni recompensa escribir a
cencerros tapados) y me asusto. Quince libros largos, algún cuento, cinco
novelas. Escribir contra corriente tiene ahora un par de bemoles.
He sido
un corredor de fondo solitario de las letras que hoy celebra el Día del Amor
Fraterno. No lo he visto en la iglesia ni en los curas por ninguna parte pero
lo siento dentro de mí. Un jueves santo sin procesiones ni velas al santísimo
ni manolas, sin flores obsesionado con el morbo pequinés porque esta epidemia
parece haber sido en confabulación con las fuerzas ocultas un regalo de los
chinitos unos chinitos careados con Trump. Por un suponer
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