Las fuentes naturales de Valseca
La evolución de las condiciones de vida, de vecinos, poblaciones y del medio además de obtener mejoras y un mayor desarrollo, va dejando atrás una memoria colectiva que quizá en muchos casos desaparezca. Son los vecinos de más edad, y algunos viejos archivos en forma de documentos, los que dan constancia de lo que hubo, de lo que fue, y de lo que perduró y cómo perduró. Las fuentes o viejos manantiales forman parte de esa memoria muchas veces intangible del paso del tiempo. La gente del campo fue quien por lo general, se encargó de su mantenimiento, y su pervivencia; pues a través de ellas se aseguraban el sustento de agua en las duras labores de arar, surcar o recorrer los terrenos, y permanecer en ellos largas horas. Recurrir al agua para saciar la sed personal o la de los animales constituía el resorte de pastores y labradores, que procuraban tener el agua clara y limpia para beber, y dispuesto el reguero de la misma como bebedero de rebaños, reatas de mulas, machos, caballos, así como para beneficio de otros animales del entorno. También tenían especial celo en su mantenimiento el Guarda municipal o de panes, y los cazadores.
El desarrollo es el principal motivo por el que muchas de esas fuentes o manantiales, que se extendían a lo largo del término municipal, quedaran en unos casos abandonadas, desatendidas hasta desaparecer, cenagadas o semi ocultas. La llegada de la maquinaria al campo fue una de las consecuencias que propició una mayor agilidad en labor y tareas, y con ello menos permanencia en los cultivos. También, la menguada cabaña ovina, que hizo desaparecer mucho ganado y así mismo el número de pastores, desprotegió la atención a las mismas. De la misma manera antaño salían al campo el mulero, el porquero, el cabrero y el vaquero, quienes con la llegada de la ganadería más extensiva dejaron de pastar con sus rebaños.
Las fuentes además de la gente que acudía al campo de forma permanente eran un recurso para las cuadrillas de segadores del verano, tanto gallegos, como castellanos, habituales en las tareas. Otro de los factores que hizo menguar esos manantiales fue la llegada de la Concentración Parcelaria en el año 1972. Con la mayor extensión de las parcelas desaparecieron lindes y algunas vertientes.
La fuente más viva y más próxima al casco urbano es la de El Caño, que dio nombre al barrio donde se sitúa. En su día se localizó en las afueras del pueblo una zona que posteriormente se fue urbanizando, y hoy está plenamente integrada en el casco urbano. Con moldes y cabecero de granito, y dos cañotes de metal, fue construida en el año 1903 y restaurada en el año 1997, como dicen sus inscripciones. El manantial que surtía tradicionalmente a la misma se localiza en un margen de la carretera de Segovia, a unos trescientos metros del ornamento. De la misma cogía agua el vecindario, y de su pilón y pilas bebía el ganado. Actualmente es un elemento decorativo, surtido con agua de la red, y otra parte del cauce natural primitivo. El Caño es uno de los iconos de Valseca, un vestigio social muy representativo, memoria del paso de los años y la vida del pueblo, y también en esta última época utilizado en fiestas y celebraciones para la broma y chapuzón, de ‘Tirar al pilón’, sobre todo en la celebración de las fiestas locales.
Del caño nos adentramos en el término municipal. A dos kilómetros del casco urbano, en el Camino de Segovia, localizamos unos juncos junto al antiguo vaso de tierra y un pequeño reguero, donde se situaba la Fuente Vieja. Dicen los mayores, “que en donde hay juncos, hay agua”, y que si se excavara ligeramente “este manantial podría seguir dando agua”. Mariano Herranz, vecino de Valseca, nos recuerda que esta fuente “no era muy del agrado de la gente, por su sabor no era de las preferidas”, sin embargo era muy recurrida por las caballerías al estar al pie de un camino muy alternado, ya que era el paso natural a Segovia, no solo para las gentes de Valseca, también para los de otros municipios cercanos. Florencio Llorente, ‘El Chato’, pastor jubilado, también coincide: “Creaba muchas sanguijuelas, se bebía de ella cuando no quedaba más remedio”. Llorente nos da el testimonio de otra fuente más en esta hoja del término, “la del barranco de las Andiguelas, muy pequeña y de mala calidad”.
Por su parte, Mariano Herranz nos apunta con el índice más hacia arriba, donde primero encontramos la desaparecida Fuente de Boones, entre juncos y unos chopos y donde tan solo a unos metros se situaban en otro tiempo las Lagunillas de Boones, ligeros brotes de agua. La calidad de la misma la califica Llorente como “mala, pero si no quedaba otra se bebía”, apunta el pastor, con más de cuarenta años en el oficio, que rememora como en sus duros avatares en el campo y la trashumancia de los rebaños, “la sed era muy jodida y he llegado a beber agua hasta de la pisada de una vaca o un caballo”.
Muy cerca, a kilómetro y medio, localizamos la fuente que pervive; es sin duda, la referencia. Un paseo hasta la Fuente del Pájaro colma el caminar del valsequeño. El descenso por la vereda de Doña Elvira nos presenta un paisaje espectacular, con un monumento que nos mira: El Alcázar de Segovia, a la vez que la sierra y el valle hacia el Eresma. La fuente es historia y memoria viva tanto para Valseca, como para Zamarramala. Se sitúa entre los dos términos municipales, si bien es cierto, que está en la vertiente de Valseca. El caudal de agua se mantiene durante todo el año. Buena parte de culpa de su actual buen estado fue propiciada como consecuencia de la rehabilitación voluntaria llevada a cabo por un grupo de vecinos de Valseca a finales de los años noventa. Después, una persona de forma anónima adosó a la misma, de forma simbólica y decorativa, una bonita escultura de un pájaro en piedra caliza. Unos años más tarde, las Juntas Agropecuarias de Zamarramala y Valseca habilitaron en la vertiente unas pilas como abrevadero del ganado.
En nuestro discurrir, dejamos los terrenos del antiguo despoblado de Boones, contraviniendo un poco aquel dicho recogido por el etnógrafo, Joaquín Díaz, en su Revista de Folklore, que dice: “Entre Zamarramala y Valseca, el agua se seca”. Regresando al pueblo, y con miras hacia él, junto al Camino Real y próxima al lugar del Peñasquillo, se situaba en el cauce que pervive, la Fuente del Parralejo, unos juncos nos dan pistas de ella. También en un camino más hacia la derecha, el del Carrero, camino carretero, que comunicaba el despoblado de Boones con Valseca, pervivía la fuente del mismo nombre. Pero no nos separamos de la cuerda que marca el Camino Real, en cuyo descenso y haciendo cotera con Hontanares, “se localizaba la fuente de la Juanpreñá, en el paraje que llamaban las Viñas de Pichón, ya que antiguamente había viñas”, detalla Florencio Llorente. Completa la zona la fuente del Barranco A Medias, en el antiguo despoblado de Maletas, muy cercana del río Eresma, “de mucha agua y buena”, matiza Mariano Herranz.
Uno de los mayores peligros que se podía encontrar una persona a la hora de beber agua en estos manantiales naturales era el de que hubiera sanguijuelas, por ello había que posar bien el agua y poner ojo avizor sobre su transparencia. Pues sustos a lo largo del tiempo ha habido alguno, “como en el caso de Emilio, al que apodaban el tío Sopitas, a quien una sanguijuela le hizo ir de urgencias y lo pasó mal”, nos recuerda la vecina Sebastiana Herranz.
Próximos al pueblo nuestros pasos los encaminamos junto al arroyo de La Peña y, a la derecha, un pequeño prado nos alza al Barranco Carlos; entre sus escorrentías manaba la desaparecida Fuente Carlos. En esta franja geológica más arenosa, llena de rasos empinados, junto a una caída, en el Camino de Roda de Eresma, con muchas zarzas, estaba la Fuente de El Zarzal, “con un abundante reguero que llegaba hasta el prado del campo de fútbol”, recuerda Llorente.
En otra vertiente más avanzada, entre juncos, quedaba encajada la Fuente de El Tejón, en el paraje del mismo nombre, “de mucha agua, pero de calidad regular”, califica el pastor. Y a un salto del camino se dedicó una fuente al patrón de Valseca, San Isidro Labrador. De la fuente de San Isidro solo queda su recuerdo. No así de la siguiente, la Fuente de la Poza, “de mucha agua, pero mala”, aseveran nuestros protagonistas. Y en esta vertiente del término municipal finalizamos con la fuente de La Vega, “que manaba junto al roquedo calizo”, precisa Mariano Herranz; “y a la que colocamos en su día un pequeño caño, sobre el que vertía agua”, concluye Florencio; ambos supieron de la tierra, del sudor, de los rayos del sol, de la piel reseca, y de los sorbos en este recuento de fuentes y manantiales de agua y vida.
Y pareados del ingenio de esa permanencia dieron para hacer, como nos recita Mariano Herranz: “Ya se está poniendo el sol, ya se asombran los terrones, que nos mande el amo a casa, que nos duelen los riñones”.
La fuente del Tío Guerras
Nuestra próxima pista se encamina hacia el despoblado de San Medel. En estos terrenos de características más fluviales, en la vertiente de Las Arroyadas, sobre terrenos mineros y arenosos, se situaba la fuente del Tío Guerras, que tal y como apunta algún agricultor, “de vez en cuando llora algo de agua”.
El vecino de Valseca, Urbano De Marcos, explica que la fuente “se denomina así gracias a mi bisabuelo, Juan Hernangómez, que era de Encinillas, y al que llamaban el tío Guerras”, quien según asevera, “bajó por dicha vertiente con los arados y fue haciendo la garganta del manantial, de ahí que se quedara con ese nombre”.
En la parte superior a esta fuente, se situaba la de El Charcón, “era un charcón grande que daba mucha agua y que hacía correr agua por toda la falda del barranco”, rememora Llorente.
Un kilómetro más abajo, en la zona próxima a El Vadillo, en un terreno raso y arcilloso, y en ladera alta, sobre la toba manaban tres pilas de agua clara. La llamaba la gente la fuente de El Riguelo.
Mantuvieron su fluidez hasta finales del siglo XX. Las importantes obras de mejora de la carretera de Cantalejo, con las que desapareció la peligrosa curva de El Vadillo, sesgaron dichos manantiales con el corte de los lindazos. Actualmente se puede contemplar en la sección lateral el vertido y mancha de agua de la misma.
También en el barranco de Santa María, pasado el Vadillo, existía otro manantial. Y más adentrados en la cacera de San Medel, en el camino que conduce de Encinillas hacia el molino y Bernuy de Porreros, en una bifurcación, permanecía la fuente de El Soto.
El Ayuntamiento estudia recuperar varios espacios
Un anhelo de muchos vecinos y personas es ver recuperados en un futuro estas fuentes y estos espacios naturales. Desde el Ayuntamiento de Valseca, reconoce el alcalde, Alfonso Gil Benito, que uno de los proyectos en mente, sería la recuperación de las fuentes del municipio, así como las viejas minas. La idea, “sería rehabilitarlas, documentarlas y señalizarlas, ganando atractivo para los vecinos y visitantes”, precisa, así como, “recuperar espacios naturales o mineros intrínsecos al devenir de la memoria colectiva de Valseca”.
Para conseguir dicho objetivo, “nuestra idea pasa por ver si Segovia Sur dispone de nuevos Fondos Feder para el periodo 2021-2026, o si se dota por parte de otra administración de partidas en este sentido”.
“Estamos en una fase muy inicial, pero con la idea de desarrollar aunque sea de forma parcial estos proyectos”, concluye el alcalde.
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