POR EL CAMINO DE SANTIAGO
A PERRO VIEJO NO HAY
TUSTUS PERO AUN VALEMOS ALGO
Antonio Parra
Con el
Calixtino por libro de cabecera, guía y vademécum de
peregrinaciones, un legajo del siglo XII escrito por un tal Américo
Picaud, gabacho él que ya nos pone de vuelta y media a los españoles
esgrimiendo los antecedentes que esboza la picaresca sobre buen
pueblo pero mala gente que dijo el otro cuando se topó con los muros
de Benavente (escopeta nacional y España sin españoles sería el
paraíso terrenal), mi amigo don Xanti y yo nos hemos echado a los
caminos, bordón en la diestra, nuestras recias botas, nuestros
peales labriegos, buenos propósitos y mejores resoluciones en el
alma que pecadores fuimos y pecadores somos. El vino que no falte. Y
el breviario de antes de la nueva reforma también iba en la mochila.
Para espantar el diablo que no deja de enredar incluso en las
soledades cantábamos en latín los maitines y laúdes a la aurora
con el preciso himno monacal de “Iam
lucis”,
la tercia antes de la siesta, vísperas con el primer rayo del
crepúsculo y completas al entrelubricán somnoliento. Nos lo pasamos
bomba. Damos grandes rodeos al pisar las ciudades pero los viejos
lugares de la Transcantábrica posábamos en veneración, recorriendo
las trochas, cruzando las sebes y tramontando los bosques per pedes
apostolorum.
Esquivábamos las
carreteras y los farolillos rojos de los puticlubs que animan las
cálidas noches agosteñas, cabe el arcén de las autovías, los
apartábamos con un vade retro. A estas edades no es para que te den
una medalla de condecoración si no te llama la atención la
jodienda. A perro viejo no hay tustus. ¡Oh pecadores de la nueva
Babilonia! Sin embargo, he de confesar como cronista de aquel viaje y
conocedor de la Historia del Camino Jacobeo que en la Edad Media era
más que la devoción, la diversión y el vivir de gorra el incentivo
primordial de algunos romeros. Xantipa que es un cura al que el
obispo quitó las licencias por ciertas apostillas que realizara en
la hoja parroquial a los cambios operados en la Iglesia después del
Vaticano II, nos vino con un texto de Mira de Amescua que señalaba
tales peligros de este viaje por el que suspiran los gallegos, ya que
deja ganancias, sobre todo si es año santo:
“Toda la Francia confía que
nuestras penas aplaques
por Dios y por Santa
María y por el Señor San Jacques
Vagamundos
inconstantes sin ley, sin patria ni amor
Que de este mundo
inferior son estrellas filantes
Callad, callad, que
no os vea en cuartos por los caminos
Por quien andáis
peregrinos haciendo que el mundo sea
Vuestra patria y de
esta suerte cantando por los umbrales
En cristianos
hospitales os halla ricos la muerte
Cuando van de romería
buena limosna que sacan
Per Deus e Santa Maria
y el Señor San Jacques
Oh alarbes que nunca
están en lugares permanentes
Y de Roma a Jerusalén
y a Compostela en España
Vuestra vil música
engaña pa que limosna vos den”
En una localidad del
camino cantamos la Passio a dúo al pie de un Santo Cristo milagroso
y lo hicimos con tanta unción, mi buen Xantipa de grave y yo
atacando los agudos del cronista que narra los acontecimientos en la
noche del Jueves Santo, un diácono ruso se nos agregó y bordaba los
bajos del repertorio de Palestrina con tan buen concento y
proporción, que el cura y algunas beatas nos invitaron a chocolates
con churros. Grande es nuestra fe y grande es España por más que me
pongan como un trapo.
-Eso no tiene enmienda. A
otra cosa mariposa.
Y dijo el Marquillos de
Obregón y es a lo que iba pues no puedo desenredar ese enredijo de
misterio que me hace tirarme al monte, claro, o buscar el refugio de
las tabernas, pues la frase forma parte del laberinto en el que
estamos inmersos:
Si eres por ventura
español donde quiera que llegues has de ser mal recibido aunque te
pongan buena cara. Que aquesa ventaja hacemos a los nacionales del
mundo ser aborrecidos de todos; Cuya sea la culpa yo no lo sé.
Ni yo tampoco pero vengo
empapado del rocío de las veredas, con la música de algún malvís
entre las orejas, el rumor del agua cerca de las cárcavas, la
visión edénica de los gollizos y cuchillares, restos de antiguos
glaciares que alfombran la manta de los montes de la Robla, el
silencio edénico de los castañares ocultos entre las sierras, los
cristos rotos y las imágenes venerandas de santos arrumbados que
esperan en las iglesias cerradas a cal y canto, el tañer del
cimbelillo en las ermitas del monte que a veces nos parecían tocar
solas y nos parecía milagro no sé por qué, el donaire de algunas
mesoneras que no niegan una sonrisa y un vaso de agua al peregrino,
la borrina de los puertos, suspiros de tul en el paisaje de encaje, o
el sonido isócrono de las olas sobre la mar de Vegadeo. O los ecos
del canto de una salve al atardecer en alguna aldea perdida del
Bierzo. O la armonía de la catedral de Santiago que dicen que el que
llega allí por primera vez se transforma; si está triste se alegra
y, si enfermo, cura de toditas todas, y si nervioso le penetra en el
alma una calma infinita que trastoca el hervor diabólico, el tráfago
luciferino de la ciudad hediendo a azufre y a exhausto de tubo de
escape. Traspuesto el monte de Gozo, es cosa digna de mención que
parece que se te alegran los pies y dejan de protestar como en algún
tranco de la ruta en que estuvimos a punto de tirar la toalla.
Gracias al vino que es sangre de Cristo y la fe. Toda esa belleza y
dolor que trajo al mundo el cristianismo y que para mí sigue siendo
la religión alegre y verdadera diga lo que diga don Haro Tecglén.
Tachín tachén. Áteme esa mosca por el raro. Y luego en la catedral
compostelana estaban los paneles que mezclan el cielo con la tierra
del Pórtico de la Gloria. La perfecta caja acústica de la ortofonía
con que fueran diseñadas las bóvedas. El canto llano que ensalza
con salmos acompañantes el movimiento pendular del botafumeiro. Los
miembros cansados, el rostro contento.
¿Habremos conseguido la
gran perdonanza? No lo sé ni tampoco me importa mucho. Se hace
camino al andar y es más importante Hemos ido por las ranuras de la
puerta estrecha pero aquí hemos vuelto con nuevos bríos y con
fuerzas de refresco.
No hay no puede haberlo
país más bello en la tierra. En mi zurrón, yo hubiera querido
meter en mi zurrón de peregrino tanta hermosura. No me cabía tanto
amor en las alforjas. Al volver de Compostela regresaba ligerito y
casi repartiendo besos.
-Oye a ver qué hacemos.
-Vamos de correría.
-¿De correría sin la
guardia civil?
-De romeros camino de
Compostela. A misa no voy porque estoy cojo pero a la taberna poquito
a poco.
-Alguna vez habrá que
compaginar la religión y la diversión y con esa idea fija en la
mente hicimos la salva de los andantes. Una hogaza de pan tierno,
algunos torreznos y tajadillas de la olla que saben a gloria en pleno
campo y algún que otro laustibideo con un par de besos al jarro. Y
de hoy en un año que el Dios nos conserve en paz y buenos
-Qui
multo peregrinanntur paulo minus santificantur (mucho
peregrinar y santificarse poco.
-Eso es el del Kempis.
Imitación de Cristo. Pero aquel monje flamenco dicen que luego se
suicidó o que murió mal y por eso no lo canonizaron aunque gracias
a su libro- admirable poder de la literatura que una cosa es predicar
y otra dar trigo- canonizaron a muchos. Ya ve usted lo que son las
cosas. Ese librillo es una fábrica de santos aunque con un poco de
oscurantismo, un si es no es misoneísta y sobre todo quietista. Hoy
si viviera el anónimo autor lo escribiría de otra forma. En la
actualidad los émulos del Evangelista actúan de otra forma pero se
sigue el modelo copiando. Cristo alfa y omega hoy ayer y siempre. Y
lo demuestra el hecho de que siga habiendo tantos crucificados y
tantos crucifijos incluso en el canalillo del tetamen de Prosperina.
Las nuevas chulas se colocan el símbolo al pecho que no saben lo que
es pero que en el fondo las debe de proteger en medio de la hoguera
de sus vanidades. Que les sienta como un tiro a tanta paganía.
-Cruz al revés.
-No
creo que llegue a tanto. Es la puñetera coquetería. Ya sabe usted
que si tres son los peligros del alma mundo, demonio y carne, las
mujeres agregan otro que las pierde: el buen parecer. Pero yo quería
volver a la Imitación
pues de niño lo repasé cien veces.
-No me
vaya usía a salir con toda una teología de la peregrinación que ya
sabemos por donde va y los sabuesos de la información o de la
inquisición andan peinando las web en pesquisas de sospecha y si con
barbas san Antón y si no la Purísima Concepción. Hechos. Y nada de
dichos. Facta
non verba
que dijo el clásico. Cíñase a la banda.
Pues
eso mismo. Salimos don Xanti y yo- su nombre de pila es Xantipa- un
hermoso día de la transfiguración después de llevarle laureles a
san Salvador cuya talla se venera desde hace siglos en un rincón
junto a uno de las responsiones del lado de la epístola en la
catedral ovetense. Allí es un día grande el 6 de Agosto y cumplimos
la promesa del viejo rito de llevar el ramo y colocarlo a los pies de
la imagen en la peana. El
que a Santiago va y no visita San Salvador por honrar al siervo se
olvida del Señor.
Y tanto.
Por eso, muchos a Oviedo
lo llevamos en el corazón. Es la ciudad de siempre, nuestro
“oppidum” anímico, un refrigerio de cortesía y de elegancia,
oasis en el desierto intelectual que nos aqueja, punto de fuga,
venero de dichas y de desdichas, memorial de recuerdos, unos buenos y
otros no tanto. Oviedín del alma, sombra de la aceitera donde don
Fermín enfilaba su catalejo, plaza del Fontán y fachada de san
Isidoro donde jugaba a la pelota Tigre Juan. El cuerpo podrá salir
de tus recintos sagrados pero el alma jamás te abandonará. ¿Oviedo?
¡Presente!
A mí me nacieron en
Segovia de la misma manera que a Clarín lo parió su madre en Zamora
por una casualidad pero es – omnium consensu- que yo me he vuelto
pixuetu hasta las cachas y hasta lo dice mi forma de parlar y de
expresarme con giros y expresiones de la antigua fabla jovial.
Dejamos la Argañosa y el roquedo del Padrún a un lado y a la vera
del Nalón río matriz de las Españas con un descansín en Mieres
del Camino para yantar dimos vista tras largo trajín a los airosos
muros de Santa Cristina de Lena en lo alto de un mogote que fue para
los primitivos asturcones monte sagrado al que escoltan rodales de
castaños y un buen manto de abedules de copas esquemáticas y tronco
albar.
Dios debiose de echar
siesta en el paraíso antes de venirse a fundar por aquí estas
Encartaciones donde los horizontes son sublimes, buen refugio para el
que venga huyendo del moro, o de la quema y quiera vivir a escondido.
El oratorio de Santa Cristina joya embelesada del ramirense reina
señero en el horizonte. Es la llave de los puertos.
Sacha,
nuestro ruso y del que hablaré más adelante hizo la genuflexión
prosternada según el rito bizantino ante el altar de la santa.
Estaba abierta la ermita y delante del iconostasio, en pié, como
mandan los cánones, entonamos el Akathistos
el más antiguo himno a la Madre de Dios que se conoce. Como se nos
había olvidado el griego a Xanti y a mí que también estuvo conmigo
en el seminario de Comillas, lo tarareábamos dejando que el diácono
ruso llevase la voz cantante. Respondíamos a la plegaria con el
radesti
(alégrate)cuando el oficiante concluía una de las veintitantas
estrofas. Ora pro nobis.
Fue emocionante y como se
nos hizo de noche allí mismo en aquel Tabor de veneración de la
vieja España cristiana tiramos la boina y acampamos la noche, para,
al alba, con el sol ya en las bardas de Campomanes, acometimos la
recia subida al Pallares que no es grano de anís.
-Antoñito mucho te pesan
las arrobas.
-Más me pesan mis
pesares por mis pecados.
-Pero estás aun hecho un
recental. Tira palante.
El bordón, la capa de
límiste o paño de Segovia de color amusto (pardo), el sombrero
capón en son de penitencia, la calabaza que yo sustituí por una
cantimplora militar que me legara mi pobre padre recuerdo de los
campamentos y las maniobras y todos los arreos del peregrinaje debían
de ser un curioso espectáculo para los que pasaban por aquellas
soledades. Estampa curiosa que no pertenecía al tiempo del ordenata
y del móvil.
Los
pueblos están casi desiertos, las casas deshabitadas. Ya no quedan
niños y probillos
los viellos
no pueden ni tenerse pero alguna abuela salió a la puerta para
saludarnos deseándonos buen viaje.
-Vayan con Dios
-Y que Él a usted la
acompañe, hermana.
Hace treinta años
hubiésemos sido un espectáculo y hubiéramos arrastrado tras nos a
una recua de rapaces saliéndonos al camino a pedirnos una estampa o
una perra para caramelos.
El peligro de los romeros
jacobeos eran los canes. Ahora es la velocidad y hay que hacerse a la
cuneta no te lleve por delante un treinta ruedas. Algunos camioneros
saludaban con deferencia y otros con compasión al vernos vestidos de
aquellos capisayos pasados de moda. Una malos pelos y la cara pintada
de daifa que por lo que dijo nada amistoso llamándonos cabrones y
del pepe por la ventanilla:
-Relicarios, tenéis más
moral que el Alcoyano.
Era una rubia de bote y a
mí quedaron ganas de retrucar lo del bueno de Jimmy que ya se sabe
rubia de bote el chocho morenote por no caer en su misma falta de
decoro y devolverla el corte de manga.
-Andididiai.
Otro motorista nos hizo
el signo cabruno. Por lo visto le irritaba nuestra cruz de palo al
pecho, la calabaza, la ristra de veneras y la esclavina penitente.
Nosotros respondiendo bien por mal contestábamos con el signo
apotrocaico o señal de la cruz que es aval de paz, de reconciliación
y de volver la otra mejilla. En fin que parecíamos unas antiguallas
en este siglo de vórtices y de telediarios para perder el resuello.
Les da corte nuestra presencia. Nos persignamos. El paisaje era de
auténtico cuento de hadas. Los pueblos de la derecha reclinados
sobre el vértigo de la montaña parecían figurillas de un belén.
Tanta hermosura quitaba la respiración.
Abandonamos
morriñosos Asturias pero respirando a pleno pulmón el aire limpio
de las cumbres. Don Xanti que anda un poco frayau
con
lo del azúcar perdía huelgo en algunos recuestos y hubo que parar
varias veces hasta coronar el alto.
Arbás, arriba de las
revueltas de Pajares, vino a darnos las tardes. Es también un
emplazamiento producto de alguna nuncupativo a Júpiter pues los
romanos sabían donde alzar sus piedras y prueba de ello es que en
todos los lugares elegidos por ellos uno se siente siempre a gusto.
Eran los arva o campos. En este emplazamiento mágico y magnífico se
establecieron los cistercienses. Era el primer monasterio de las
Monas o Nonas, nueve en total que abrían el paso a los límites
astures como un cordón de oración y de trabajo. Fue una de las
fundaciones más antiguas de los bernardos. El sitio le encantaba a
Menéndez y Pidal, oriundo de Pajares, y todos los veranos se perdía
por aquí.
Pero de estos extremos,
así como de otros, sobre qué hacíamos tres sexagenarios locos
embarcados en la aventura del Jacobeo así como de quien eran mis
misteriosos acompañantes, un cura corito al que le habían quitado
las letras dimisorias por darle al cristal y un diacono ruso que no
sabemos de donde había salido se lo contaré en la próxima entrega,
si Dios me guarda alguna semanera más, sobre mis andanzas por el
camino de Santiago, y si vuesas mercedes me dan gracia y un poquito
de su paciencia. Por el momento, vale. De regreso saludo a mis
lectores que a buen seguro no me habrán echado de menos pero de algo
hay que morir y algo habrá que escribir y más se perdió en Cuba y
regresaron cantando. Vueltos a la faena, la verdad es que te
añoraba, Madrid, que ya no te quedas sin gente sino más llena a
rebosar. Pues antes que te olvide, Virgen de Atocha, se secará la
fuente de la alcachofa, que decía Luis Candelas que tampoco vivir
muy lejos de la Mariblanca y fue allí donde le apiolaron.
Viene usted hoy de una
euforia que lo tira.
Pues sí la verdad es
que no me puedo quejar de la vida. Parezco un buque de guerra
dispuesto al combate y abarloado por todos los submarinos de la
marina inglesa.
Hombre, no creo que
esto sea la guerra