QUIETORIUM
Envejecer
es regresar a la infancia y no sé dónde estoy, sumido en esta
vorágine de los afanes y los días. Febrero fue un mes fasto sin
estridencias ni derivados del alcohol. Lucho contra el vicio. Baco me
retuvo desde la infancia a causa de la sopilla que me daba el abuelo
como un curalotodo. ¿Vencí a la dipsomanía secuela, madre que tú
me dejaste con tu desamor? Me perdí por las tabernas y las timbas
jugando al rentoy o haciendo el tonto por las barras de los tugurios
del distrito rojo buscando el amor que nunca me diste. Una vez me
encontré subiendo por Moyano un niño que era el doble de una
fotografía que yo conservo de los cuatro años, estaba apoyado en el
pretril de la bajada de san Cebrian con un libro en la mano, sobre un
paisaje de tablares huertanos y de cipreses. El niño era mi alter
ego, son
pere craché
que dicen los franceses, su madre iba delante, una rubia
despampanante pero ya había engordado.en ella reconocía a la
esquinera de la calle Ballesta que comía pipas y altramuces mientras
aguardaba a los clientes. Ay madrid ¡qué extraño eres, matas a un
hombre y no apagas un candil! Como se rezagaba, al tiempo que nos
miramos, sui madre lo llamó:
—
Date
prisa, Adeodato.
Adeodato
era el nombre del hijo que tuvo san Agustín en sus relaciones con
una esplendorosa etíope. La chica de las pipas era una beldad
pueblerina. una rubia con la que me ocupé una malahadada tarde en un
bar de ambiente de la Ballesta, la chica hablaba con acento
vallecano, iba en minifalda bonitas piernas y la hice el amor.
¿Subimos? Un ratito. sí. Dejó de comer pipas al subir la escalera
de la pensión y bien me acuerdo de lo que dijo: “quiero que me
dejen preñada. Me dio un golpe el corazón el chico podía ser mío
yio la m,iré y ella siguió andando pero siguió andandop camino del
Retiro calle arriba como si no hubiera pasado nada. En noches de
insomnio se me representa la cara de Adeodato el hijo fornecino que
nació de aquel polvo rapido en una casa llana de la Ballesta. Fui
pecador. A veces me acuerdo de él, rezo por él y siento dolor de
atrición. Azoté las esquinas de la calle del pecado y en mis horas
penitenciales el nombre de Adeodato suena como un golpe de la
disciplina de mis muchas flagelaciones interiores y arrepentimientos.
Creo que aquel día estaba beodo. No sabía lo que hacía y
resuidamente engendré un hijo.
Llenaste
el mundo de bastardos.
Yo
te perdono. Fui hijo en rebeldía desde la primera leche que mamé.
Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de guirnaldas abre tu
tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana,
canté sus nenias cinerarias. Quemé granos de olívano como ofrenda
a los dioses e invoqué a la virgen Oh María madre mía oh refugio
del mortal amparadme y guiadme a la patria celestial. Me acordé
de Otilia mi
único amor a la que tú despreciabas. Me marcó casi desde que era
doncel cuando visitaba el pueblo este culto a los muertos. Vivo
cantando réquiem aeternunm y solazándome con las estrofas del Dies
Irae El quietorium o columbario donde se guardan las cenizas de
papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín estaba dentro
de la helgaduras de los huecos de paloma del columbario y aquello me
recordó a las catacumbas de los primeros cristianos polvo en espera
de la resurrección polvo pecador y enamorado el eco de las risas de
las voces de los llantos de los que se fueron, hoy convertidos en
ceniza que avienta el viento. Di voces para expresar mi dolor y
arrepentimiento:
— ¿Alguien
ahí?
El
tío Pedro tocaba la marcha real me pareció ver sus dedos gafos
pulsar el teclado del armonio como cuando al final de las misas de
tres curas interpretaba la marcha Real desde el coro y el abuelo
Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo
de los carros cuyos cubos cantaban al subir la cuesta de las Siete
Revueltas y Elpidio sentado en el trillo cantaba en tono de prefacio
las jocosas diferencias vernáculas, poniendo a cada pueblo un mote y
su correspondiente retahíla haciendo un recorrido por la contornada
todas las aldeas, villas y anejos de la Villa y Tierra: Castro
los chivos Torreadrada las Cabras, Membibre para molinos, Aldeasoña
no vale nada, Sacramenia para albarcas, Fuentesoto cagaberros que se
crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la zorra cuando a ella
la viene en gana.
Todo ello en el tono de prefacio de las misas de difuntos en latín.
La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada bajo el
sombrero del Elpidio que
era de paja mientras arreaba la yunta en la trilla; cuando al mulo le
entraban ganas de evacuar lanzaba un juramento y arrimaba una lata
vieja de escabeche bonito que le servía de zambullo:
─So,
macho. Hoy debéis de haber comido aceite de ricino porque no me
explico tanta cagada─ decía el rapaz, aguantando el tiro de las
dos bestias. La tarde daba soñarrera, zumbaban cerca de la troje los
tábanos. A un maho le picaba la mosca, solgtaba coces de manera
intempestiva. los trilladores se dormían sobre su rudimentario
vehículo que inventaron los romanos y vendían por toda la península
los tratantes cantalejanos. Eran los operarios de la hora undécima y
yo admirada el alabeo de aquel apero dotado de una batería de
pedernales en los bajos que tronzaban la paja y las cabezas de las
espigas. Lo hacían garbosos y ancestrales carpinteros de Cantalejo
gente lista y sufrida como ellos solos que parlaba una gacería
incomprensible para los que no habían nacido en aquel pueblo cabeza
de las comunidades de Villa y tierra. El mejor de todos los trilleros
era Rufino Virseda héroe de la batalla de Brunete. Lo cogieron los
rojos prisionero... consejo de guerra y condena a muerte pero él era
tan simpático, tan mañero y con don de gentes que se granjeó la
amistad de los cabos de vara de la república. El general Miaja le
nombró machacante particular, le limpiaba las botas y le servía el
desayuno. Al final de la guerra en Cantalejo lo dieron por muerto
pero cuando le cantaban el gorigori todos quedaron sorprendidos
cuando el trillero Rufino cruzaba el cancel del templo donde se
oficiaban sus funerales. He conocido la tecnología del arado romano
de la hoz la zoqueta el dalle y el trillo y ahora mis amigos me
mandan mensajes por guasaps puedo contemplar televisión interactiva
y los americanos se proponen colonizar Marte. Es evidente que el
mundo ha cambiado muchísimo. Es también innegable que los artífices
del desarrollo de la ciencia aplicada han sido judíos. Esto
constituye el misterio de un oculto y misterioso designio. Tú tienes
una obsesión con esa gente. Por favor no seas antisemita. Ellos han
ganado la partida del progreso y la modernidad. No digas ni palabra
de lo que piensas sobre el Shoah aunque tus reservas sean verdad. Es
una actitud impolítica. Te conviertes en un apestado. Hay que se más
político.
El
mulo el animalito si hubiera podido hablar le hubiera explicado al
amo que las granzas del pesebre estaban un poco tomadas de saín pero
nada dijo. No era la burra de Balaán. El Elpidio, recogidas las
boñigas, las sacaba fuera de la parva y las tiraba a un montoncillo
estercolero que después serviría para abonar la suerte. Más de un
trallazo se había llevado el Elpidio de su abuelo el tío Aquilino
cuando le cogió in fraganti dejando a la yunta cagar y mear en la
parva pues las manos van al pan, chiquitos. La tarde se hacía menos
largas cantando por Antonio Molina o por Angelillo. Lo del prefacio
era Canto gregoriano a la manera aldeana. ¿Quien anda ahí? ninguna
respuesta daban. Era mi imaginación que percibía los sonidos, los
olores de hacía más de medio siglo. Dando vueltas por el mundo yo
siempre regresaba a este cotarro donde debió de haber un monasterio
muy antiguo que hubo de ser evacuado y la iglesia destruida. Quedaba
el campanario de ojos fantasmales que parecía un obispo sentado en
su cátedra y mis ojos contemplaban el cielo radiante del páramo.
Quedaba sólo el ábside de la iglesia visigoda. Era el ombligo
existencial. El somo donde se levantaban las ruinas de San Gregorio
constituyeron el epicentro de su vida. De allí irradiaban los
fulgores de la cuestión irremediable centrada en los dos supuestos
paralelos: el amor y la muerte. Los cantos de resurrección se
conjugaban con los responsos mortuorios millones de veces sonando en
aquel risco. Abajo marcaban el paso los danzantes al son del tambor y
la dulzainaen las noches de ronda y de arrebolada ancestrales
costumbres que en estos tiempos del rock a las juventudes no dicen
nada. San Frutos pasó la hoja del calepino que estaba leyendo en
piedra y que no acabará de leer hasta el día del Juicio por la
tarde. Entonces sonará la trompeta y se alzarán los muertos con los
mismos cuerpos y las almas que tuvieron. Es lo que dice la Biblia
El
abuelo Benjamin allí estaba mirándome asomaba el gallo sobre
las tapias de la iglesia de San Gregorio convertida en solemne casa
de todos. Parecía yo verle cojear camino de misa. Tenía la pata
chula por el reuma a causa de la humedad del arroyo que discurría a
la puerta de casa. Fue a una curandera y le recetó ponerse en la
rodilla la piel de un conejo. A los tres días olía a rayos. Y no
era el reuma. Era la próstata que se le llevó por delante
interfiriendo largos años los huesos. Se sentaba en un banco del
lado del evangelio compartido con el Tío Gregorin y el Tío
Bernardo. Al darle de alta en el hospital de la misericordia después
de su primera operación prostática se creía curado del todo y
regaló a la iglesia de Fuentesoto un Resucitado. Sin embargo la
prostatitis volvió a la carga en medio de inmensos dolores que
soportó con paciencia “Es como si los perros me estuvieran
mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le ayudé a bien morir.
Leyendole la Recomendación del alma. Los tres Gregorin, Bernardo y
Benjamín eran quintos y los más veteranos del pueblo después del
Tío Paulete que estuvo en la contienda de Cuba y nos leía bvajo el
bardal libros de autores del 98. Cuando la guerra los tres se
hicieron de Acción Popular el partido de Derechas. Gil Robles les
dejó en la estacada. Mi abuelo Benjamín era muy religioso sin ser
beato fe profunda de converso judío esos que no cambian. Su
adscripción a la religión católica no fue óbice para que un día
saliera al encuentro de un cura muy malo que tuvimos en el pueblo que
se llamaba don Amancio cuando se enteró de que aquel cuervo abusaba
de mi tía Rosario. Fue a por él y el cobarde huyó en una burra
camino de Hontalvilla de donde era natural. Escribió al obispo y el
obispo que se llamaba Pérez Platero le mudó de parroquia pero no le
suspendió a
divinis ni
le quitó las caras dimisorias. Aquel Amancio era
bueno y barato en cuestión de mozas. Al coro de Acción Católica se
las pasaba por la piedra invitándolas ora al confesonario ora a la
rectoral. Hacía a pelo y a pluma porque según supe también cierto
que otro monaguillo incauto cayó en sus garras. Desde entonces he
tenido prevención contra la clerigalla y a pesar de mis ordenes
sagradas creo que lo del celibato es una regla para engendrar
expósitos una perfecta añagaza porque han convertido el sexto
mandamiento en mandato de poder y abusos sexuales. Es una ley contra
natura que sólo unos pocos son capaces de sobrellevar a costa de
acabar tarados. Caparse por Jesucristo sería un summum
bonum para
alcanzar el monte de las bienaventuranzas cuya cúspide únicamente
unos pocos escalan y a estos tarados hay que canonizarlos santos. Mi
tía Rosario acabó en un convento de Adoratrices. Fuimos a verla a
Barcelona. A mí me quería mucho. Luego colgó los hábitos y se
casó con un guardia civil mi tio Manahén ese sí quera un santo.
Pues allí estaba mi abuelo apoyado en su cachava calada la gorrilla
hasta las orejas y mirándome con severidad. Sólo me sacudió el
polvo una vez que fuimos a melones y a mi me pilló el guarda y hube
de pagar y tuvo que pagar una multa de dos pesetas. Yo alegué que
fueron los otros los que me indujeron a entrar en el vedado porque yo
era un niño muy inocente e incauto. Aun recuerdo aquella noche de
luna llena cuando yo me había quedado en el corral sin atreverme a
entrar en casa.
─ Pasa,
hijo, que es hora de cenar
─ No
quiero, no me da la gana
─ Como
que no quieres no te da la gana. Ven acá
Me
cogió e las orejas y aquella noche cené de la cayada paternal.
Fueron cinco cintazos en las nalgas. No me dio más pero desde
entonces no se me ocurrió ir a sandias ni a peras ni a por moras
a Peñacolgada.
El abuelo Benjamín los tenía bien puesto. Era un labrador cabal, el
que araba más recto en toda la comarca, el que sabía binar las
tierras imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a
visitarme al seminario antes de morir y me recomendó ser aplicado y
diligente, no hacer mal a nadie pero defenderse cuando a uno le
agreden. “No quiero, Quintiliano, que te tomen por tonto”.
Soplaba
una brisa que arrancaba las hojas del espino milenario y la torre
románica con sus dos ojos grandes que miraban para el pueblo de
forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte aguarda,
la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea
las cavidades vacías del campanario fijándose bien ofrecían el
perfil de una guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí
sepultaron a un quincurión romano que desvió ruta cuando su falange
se dirigía a Uxama. Tuvo la culpa el vino de aquel extravío,
confundir los miliarios el soldado. Se equivocó la paloma. se
equivocaba Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían
reportarlo en andas hasta la cohorte pero el centurión dijo
enterradlo en la Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego
quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos guardaron para
siempre el perfil augusto de Roma. Siglos adelante los templarios
fundaron en aquel monte sagrado un ara El vino de la tierra fue la
causa de aquel desvío. Paró en una bodega (caupona)
de Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose
en la montaña y honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta
Foncalada dando tumbos. Al legionario romano los campos se volvieron
del revés; la tierra arriba y las estrellas a sus pies le hablaban
con emisiones catódicas a millones de kilómetros de distancia.
Parece que se reían y es que temblaban de la tajada que acabó al
perder camino. ¿Será esa la estrella de mi destino? Se preguntaba
el quirite borracho que perdió la senda y el camino. Caldos
exquisitos de la tierra. vinos traidores. Pero qué sería de la vida
sin vino? Baco aleja siquiera perentoriamente los pesares y zozobras
del vivir. Mi Otilia a la que traicioné me confortaba insuflándome
al oído el veredicto de mi condena.
─Eres
un fracasado. Todo te sale mal porque cometiste el gran pecado de
desamor. No busques disculpas ni añagazas, ni eches la culpa a los
judíos. En mi vida fuistes el sacerdocio del mal
─Te
di un hijo: Helen
the shining one.
Me
dieron ganas de llorar. La torre de san Gregorio estaba hueca, sus
campanas se las llevaron los sarracenos para convertirlas en lanzas
contradiciendo el veredicto de Isaías: Convertiré las saetas en
rejas de arado. Grité entoces en alemán un salmo penitencial:
─Es
reue mich. Mucho me pesa, pesame,señor, de haberos ofendido.
─Mis
plegarias no eran escuchadas
─Gospodi
achisti grieji nas –
murmuré con las palabras en eslavónico del canon penitencial de la
misa de san Juan Crisostomo
La
cencellada de la noche castellana heló sus huesos y sucumbió
arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra alta mucho
me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos vacíos de
un campanario sin campana que se llevaron los soldados de Murat
cuando la francesada me hablaban del destino misterioso que a todos
aguardan y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de
contrición. Una urraca voznaba sobre el espino adyacente al
camposanto. Alcé los ojos a lo alto. Sobre el cielo nítido planeaba
el halcón que merodeaba el palomar. Ya se sabe que la ralea del
halcón es la paloma, la del azor la perdiz y la del gavilán el
jilguero y yo era in pobre jilguero perseguido por los ojos
puntiagudos del gavilán. Mi existencia fue un episodio. Caí entre
las garras de las caves de presa (los curas, los políticos, las
mujeres) como un pardillo. Muy altaneros todos y yo humilde y
acongojado sin saber hacia donde tirar. ¿Dónde encontraré refugio?
¿Cómo me zafaré de mi propia inconsciencia? Quizás salvé
siguiendo las leyes de la casualidad y del instinto. Esta explicación
no era suficiente. Un arcángel tocaba la lira en lo alto del cerro.
Era él quien me puso a cobro de las acechanzas de los numerosos
enemigos. La Virgen Santísima enjugaba las lágrimas del llanto mío.
De su mano pude cruzar los arroyos torrenciales y ramblizos, aunque a
la ramera y al juglar la vejez les viene el mal. Puede que todo ello
no fueren sino excusas para justificarme porque a lo largo me había
topado con muchos leguleyos y a los rábulas se les vencen dando la
vuelta al argumento. Es
reu mich. Gopspodi achisti grieji nash.
De pensamiento palabra y obra u omisión. Mi confiteor sonaba rotundo
y solemne aquella mañana del 12 de marzo cuando la iglesia latina
celebra el transito de san Gregorio magno. fue el que introdujo en la
iglesia la dulzura del canto gregoriano. ¡cuantas veces habré
pulsado la cuerda de sus melismas y entonado las estrofas del veni
creator el
himno a cuyo compás fui consagrado presbítero hace muchísimos años
Mucho
me pesa, Señor de haberte ofendido. Y mi abuelo asomó el gallo. Por
las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente que yo
conocí, sombras distantes la puerta cerrada del cementerio y el
hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos.
Habían exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941.
Parte del antiguo templo había sido destruido. Uno de los lienzos de
pared mostraba las adarajas o quixaras devastados por la morisma.
Aquella era una tierra de frontera y el antiguo templo sucumbió a
Una razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá tocando
el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las
fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron a
media discurso. alegó el alcalde que era muy largo el sermón.
Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su
tierra. Bajé besando las cruces del calvario a un pueblo en quietud
que me resultaba extraño retomando los pasos perdidos de la
infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos de la
gente que iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos
castrones, cuando a media tarde llegaba el molinero de la Villa con
su recua los costales de harina cargados a lomos de los burros y el
gruñir de los marranos en el henil. Corté el cordón umbilical del
cariño pero sigo unido a tu amor como el arado a la esteva, aun
estando desencajadas las belortas y la reja sin filo la esteva
desencajada. ¿Con estos bueyes cómo ir a arar sin aguijada ni
tralla en lucha contra los elementos y contra todos? Soy yo,
parlando desde una época que pasó, hombre de ayer que no encentra
resquicio pero no maldigo a los dioses, feliz de haber llegado a
viejo cuando mi infancia parece que fue ayer. Hados perversos al
ostracismo me condenaron y todos se ríen de mí. Ya lo hicieron con
Job. Propalo quimeras, redacto fantasías porque he visto dar vueltas
a la cabeza furibunda de la medusa quimérica y
hermafrodita, melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón
vagina de mujer y bálano viril las ubres las arrastra por detrás y
por delante, pega bandazos a diestra y siniestra como el destino
cruel y proclama al igual que el pregonero de la gran manifestación
del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición de los
Coños Grandes Widecunts. En la fiesta de las vaginas las Euménides
nos cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste
en la gran cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas
aniquiladoras. Una reina putona que le cortó a Haman la cabeza
después de hacerle el amor quiere enmendarle la plana a la doncella
de Nazaret. Desfilan gritando consignas y escupiendo gargajos contra
la religión estas cabronas que se educaron con las ursulinas, se
ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo que
me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e
irascible sin control. Carmen Fernández del Toro, la gran bollera,
encabeza la gran manifestación. Entran en las iglesias y descabezan
las imágenes de la Virgen María. Los buharros bailan mientras tanto
en la plaza del Carmen su rigodón banderas arco iris desplegadas al
viento. Yo no iré nunca a esa demostración. Lo mío es la fábula,
el placer y el arte de las tres verdades que se fraguan en
mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí padres no. Pero
esto es trágala, chiquitos. Nos adentramos en el reino de
las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo en condiciones. El
alazán apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y
reportajes in situ de las reporteras de la Telebasta. Allá van las
féminas de la exaltación arrastrando sus pies enfermos de
quiropedias, vientres caidos los ojos con ptosis les supuran las
legañas, y sus labios malos que piden la lanceta del cirujano que
les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red
opíparos bustos hinchados artificialmente. Acampa en el prado el
sindicato de las peores furcias. Es la hora de los coños grandes
despiadados. Es cosa de arreglar todos esos morros caídos a causa
del desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos sí maridos no.
Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los árboles
empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones
preñados de visceral oratoria anti varonil. Es el tiempo de Acuario.
Vengan los marimachos, mujeres al poder. Estoy triste con este
desvarío pero me consuelo cantando el evangelio
mirando para Aquilón. El quiasmo de la cruz de Constantino
se perfila sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es
contra la vida. La espada de Miguel acabará con el libertinaje pero
han conseguido ponernos a todos el bozal pandémico. En los cinco
continentes seis mil millones de seres humanos respiran a través de
la mascarilla ¿Madre por qué callas, por qué no te enfrentas y
levantas el pendón de la verdad? ahí tenemos al preste Zabulón
haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable
de la muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo
mandaba el Gran Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta
que os tiene. ¿Y el holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y
del Tigris que bajan tintas de sangre de las víctimas de estas
guerras? Madre no calles más. Los enemigos de la iglesia se esconden
bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de sonreír con tu cara asnal
y de mover tu inmenso culo que emite cuescos con olor a mate. Dice
que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora sí que
estamos buenos. Uno no se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy
dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo
dispuesto a trovar, aun con cierto rezago, las vivencias del pasado a
título de inventario nada más, sin ánimo de lucrarme o por prurito
artístico pues soy un escritor fracasado. Todo se fue por la posta.
En el entierro de la sardina di a la tierra lo que es suyo: mis
sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron ungidas por el
obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me
apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y
borrachos. Tuve un amor o muchos amores pero fui leal y nunca cometí
adulterio con la sacristana ni con la mujer de cualquier feligrés
incauto, esos curas que miran con ojos de fauno y ponen en la cabeza
el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en el casco. Con
todo y eso la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió
a ese epicentro mágico (okolos),
el tete manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en
esas eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala
mostrar coram
populo.
Hijos somos de un excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos
el último suspiro Orgullosas de que les vino el latigazo consolador
de pilas en ristre volviendo los ojos de placer para poner los
dientes largos de los mirones que pagan un euro por contemplar el
lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen
las feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo
Protagoras que el hombre es la medida de todas las cosas cuando yace
con hembra placentera sobre todo. De esa creencia se mofaba Plauto en
sus comedias. ¿Existen los dioses del Olimpo? ¿Serán las
religiones una excrecencia de la mitología pagana? las religiones
separan pero estas hetairas liberticidas nos vuelven a los hombres de
toda calaña iguales. Son cosas del rasero igualitario que endereza
lo torcida y hará llanuras de las montañas, el milenario. No sé
pero a mí me gusta rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma
se llena de una tranquilidad venida de lo alto cuando me dispongo a
consagrar. Luego reconózcome pecador. Para distraerme pulso los
portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras,
Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído
del barro. Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de
corrupción y hedentina cadavérica nos vamos. Estoy asustado de
semejantes visiones lúbricas grandes vergas de todos los tamaños y
colores, clítoris rasgados o en escuadra. ¿No les dará vergüenza?
Los cóhenes y macarras de este gran puterío cinético hacen caja y
no dan abasto cada vez hay más mujeres en el mundo empeñadas en no
esconder sus galas naturales lo que les dio Natura unas por prurito
otras por coqueteo otras por necesidad como las viudas milf puesto
que el porno manda. Recordemos que este es el tiempo de Acuario una
constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de Eva. El
hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y
exhibiciones procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan
algunas como lobas. Otras más precavidas gimen imitando a las gatas
en el celo de enero. Aguardando el vestigial o denario con que Roma
pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos pardos. Basta con un
clic abrimos internet y ala allá están las señoras meretrices muy
emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo
alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y
cuando recibe la moneda del mirón o sienten la explosión de una
sacudida en sus entrañas lanza un mayido, un alarido con su voz de
trapo un cuerpo perfecto de la Jengibre una hermosa ucraniana con el
pelo de estopa a la que apodan Gingerbread nunca vi carnes tan
blancas ni ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su
gravidez poniéndose bañadores negros. Es una superdotada. Despliega
sus sebos al aire y calculo han de pesar media arroba. Su mirada es
entre triste y divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad
por saber quién fue el afortunado que dejó la huella de su
virilidad en útero tan precioso y ella dice que fue en el privado de
un chat, un soplo aleteando por internet en sus alternancias binarias
del yin y el yen. ¿Por virtud del espíritu santo? No lo creo. La
preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico un polvo
salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será
Billy Gates el padre de la criatura? Esta mujer aun desnuda sin
embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el
espectáculo se convierte en algo brutal libidinoso que incita al
asco ante semejante perversión coprologica. Al verlo muchos se
acordarán de la sentencia de Job tengo que insistir por ese cabo que
me asusta la promiscuidad y falta de recato sobre la mierda en que
nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos somos de una eyección
excretoria, de un secreción vaporosa… “Et
in corruptione genuit mihi mater mea”. Pienso,
madre, que tú no me pariste en el dolor pero no en el alfaque de los
bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena
leche y de calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felicitas”
oí decir al tío Matías el sacristán que era un borracho
empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza el “pallolium”
la mantilla corta con la cual iban las mujeres de la vida caminando
por las calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de hetaira
le hinché los morros.
DOMINGO
DE GLORIALAS CAMPANAS DE SAN GREGORIO
Yo
conocí a la tía Apolonia ya muy viejecita y encorvada. Al final de
la misa se quedaba rezagada haciendo un recorrido por las imágenes
de las capillas de la iglesia de san Pedro gira espiritual que podría
alargarse hasta media hora a veces tres cuartos y a mí me encargó
el cura don Frutos cerrar la iglesia. Al no ser mi intención
distraerla de sus piadosas plegarias a todos los santos de la corte
celestial que a ella bendecían desde su peana: san Isidro Labrador,
la Virgen de Fátima, el Resucitado que donó mi pobre abuelo
Benjamín cuando sanó aparentemente del cáncer de próstata, san
Gregorio papa, la Virgen de los Dolores y sobre todo san Pedro
instalando en un trono del altar mayor debajo de la cara excelsa del
padre eterno que se asomaba entre nubes de purpurina ostentando la
esfera armilar o hacía sonar el manojo de pesadas llaves… Vamos
tía Apolonia, vamos. Aquella espera me hacía pensar en un cuento
que se dejaba caer en labios de los atrevidos y salaces en los
filandones del invierno. Se trataba de un cura que tenía un lío con
la mujer del herrero. Estos se comunicaban por medios de toques de
campanas. Un repique de siete badajadas significaba que el campo
estaba expedito y que el buen párroco podía acercarse a la herrería
a cortejar su dama. Dos toques seguidos que no. Que había moros en
la costa. El romance tuvo prosapia y rigor de modo que los toques se
convertían en una composición musical. Desde la torre el amante
enviaba un mensaje a su adorada en aquellas fechas que no había
internet:
─Mariquita
mi señora venga que ya es hora.
He
aquí que el herrero interceptó la comunicación y descifró el
lenguaje críptico de la misma. Así que una tarde que estaba en la
fragua afilando una reja candente le mandó a su mujer que se sentase
en la bigornia. Al sentir el dolor del hierro candente en sus
posaderas pega un brinco que alcanza hasta el techo.
─Ay
─¿Está
calentito eh? ─ exclamó el herrero entre carcajadas.
En
aquel momento sonó desde la torre la llamada del amor. El párroco
se estaba empezando a impacientar. Repique que campanas:
─Mariquita
encantadora, ven que ya es hora.
Y
desde abajo para que le escuchara todo el pueblo con su vozarrón:
─Tiene
el culo quemado no puede ahora
Algunos
quieren estar en misa y repicando. No puede ser.
Entonces
se me acercó la tía Polonia la hermana del cura don Cirilo. Sus
ojos eran muy azules el pelo blanco no tenía dientes y se parecía
por la blancura al hopo de algodón que hilaban las mujeres de
Fuentesoto a la puerta. Dúctil sonrisa y un lobanillo en la comisura
del labio donde le había crecido un matorral de pelos negros.
─Ya
es hora de encerrar. Vamos sí hijo sí. Tengo tantas obligaciones,
tantos difuntos que no doy abasto, tanta gente que me aguarda ahí en
eso (miró para el camposanto en el cerro), tanta gente que se me
murió que son centenares de padrenuestros de Réquiem. ¿Eres tú el
Antonio el nieto del tío Benjamín? ¿El que va para cura? De guaje
te llamabnamos el Soguillas
─Soy
Salimos
al cancel y a la puerta de la iglesia tomándome de la mano me dijo:
─Mira
para arriba, Quintín, hijo. Dirasme lo que ves
─La
torre de San Gregorio el campanario sin campana. Se las llevaron los
franceses para fundirlas y convertirlas en balas de cañón. Ya no la
bolean los mozos ni tocan a clamor por los difuntos o rebato cuando
se produce un fuego.
─Así
es pero yo te voy a contar un milagro que ocurrió el día de la
Pascua de Resurrección. Habíamos venido mi hermano y yo don Cirilo
Sanz de Roma en peregrinación de ver al papa León XIII. Era domingo
de Gloria. Nos levantamos todos sobresaltados porque escuchamos el
sonido de la campana gloria que había mandado bendecir un rey muy
antiguo el rey Alfonso VII el emperador. Entonces el pueblo estaba
arriba. Era un ribab o
fortaleza para defendernos los del sarraceno. Ese rey santo había
ordenado construir un cordón de monasterio en número de 24 desde
Sacramenia a Osma y Berlanga de Duero. Los musulmanes atacaron y
destruyeron el villar la iglesia quedó destruida pero las campanas
seguían tocando a misa. Cuando los franceses se las llevaron se dejó
de escuchar el clamor en toda la contornada. Mi hermano que era muy
devoto de san Gregorio le pidió que antes de morir querría oír
aquel sonido. El Señor nos concedió esa gracia y aquella pascua de
resurrección bolearon a gloria como nunca habían sonado. Mi hermano
dijo una misa de acción de gracias y predicó un sermón en el que
dijo: el diablo nos arrebató las campanas pero no pudo con nuestra
fe. Mientras esté ahí el cementerio de san Gregorio seguiremos
creyentes. ¿Te ha gustado, Soguillas?
─Como
no tía Apolonia usted lo cuenta que parece que lo ha vivido.
La
anciana dibujó una sonrisa y se alejó paso a paso. Había sido muy
guapa de moza y tuvo muchos pretendientes a los que dio calabazas
porque creía que sirviendo al cura era como si profesase de monja y
se consagrara a Dios.
Yo
lomé el pesado manojo de llaves y los llevé a la rectoral. Don
Frutos el cura en mangas de camisa cavaba en la cerca al lado del
molino. Sudaba como un pavo.
─¿Quieres
almorzar?
─No
me vaga. Tengo que hacer un mandado a mi tía Paulina he de ir a la
fuente a llenar la botija.
Le
conté la historia al párroco según la tía Apolonia me había
referido y don Frutos muy gnómico sin dar un cuarto al pregonero
pronunció este veredicto cita del padre Astete en su catecismo:
—Fe
es creer lo que no vimos
Desde
aquel día cada año cuando llega la Pascua Florida dentro de mi alma
yo escucho las campanas de Resurrección que bolearon en el
campanario de San Gregorio resistente al paso de los siglos. No he
perdido el sentido del humor, tampoco la fe en lo que no vimos
QUILOMBOS
Mi
amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos "Soguillas"
cuando éramos guajes regresó de Fuentesoto tras su visita al
cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en
el mundo para dejar la carcasa con el ánimo entristecido y yo voy a
tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa
biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero en el pueblo me
llamaba Quinolas por mi afición a la brisa. En esta parte de
Castilla todo quisque tiene un segundo nombre. A Quintín lo conozco
muy bien. Fui su amigo de infancia, fuimos juntos a la escuela e
ingresamos en el seminario al mismo tiempo. Él llegó a cantar misa.
Yo colgué la sotana en primero de Teología. A los dos nos une un
estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la
literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma
comezón desalentadora por estar viendo morir al mundo en que vivimos
y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos
sobrevivido a la peste pandemita y podemita que asuela toda la
tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos sido periodistas.
Somos en una palabra el yin y el yen hecho carne la tesis y la
antítesis sin que nuestras diferencias políticas empañen el
vínculo de nuestra amistad