LOS CRISTIANOS CELEBRAMOS LA PASCUA
Cristo resucitó. La iglesia ortodoxa con la pureza de la fe puede sacar a la catolicidad de su marasmo
Hay un momento solemne, poco antes de la epliclesis, cuando el diacono saca la eucaristía por la puerta de los dones del iconostasio, en el cual el preste proclama:
- Sofía
- Sofía- canta el diacono
- Bladika… Bladika- brama el coro en eslavónico.
Y la voz se va corriendo por toda la iglesia en un undamaris que sobrecoge. Es la invocación a la Sabiduría. A la Santa Sofía.
La pequeña catedral griega de la calle Nicaragua de Madrid, regida por el padre Dimitri, no cogía un alma. Toda la calle era un ascua luciente este sábado de gloria de velas y antorchas, encendidas con el fuego traído de Jerusalén para la vigila pascual de medianoche. Griegos, rusos, ukranios, búlgaros, etíopes, rumanos, y también maronitas del patriarcado de Alejandría, se juntaron para entonar el grito de resurrección: cristos anesti… cristos anesti, cristos anbiat. Cristos vaskriese. En la noche santa el saludo no es buenos días o buenas noches, sino Cristo ha resucitado y cuando las gentes se encuentran en la calle responden:
-Verdaderamente ha resucitado.
Aguanté las dos horas y medias largas que dura la ceremonia de pie y sin acusar cansancio. Delante de mí estaba el jugador del real Madrid, el yugoslavo, Feia Mijatovich, con su mujer española y dos niñas preciosas, la más pequeña se dormía en los brazos de la madre. Luego todos fueron a comulgar. Bajo las dos especies. La eucaristía sin reparte bajo las dos especies, un poco de pan mojado en vino.
No existen los rigores y preámbulos que rigen entre nosotros. Puede recibir al Señor todo aquel que se sienta limpio y de buena fe sin distinción de credo o de edades. Vi al querido padre Dimitri sujetar a una pequeña de dos años que se resistía a que el presbítero le metiera la pequeña cucharilla en la boca mientras un diacono le limpiaba los labios con un pañuelo rojo.
Comulgar es participar, estar con los otros, sentirse en la misma fe de la esperanza de la vida futura y la caridad. La Eucaristía se refuerza después con la Eulogía que es la distribución del pan bendito- algo que se hacía también entre los comulgantes mozárabes- y que se ha pedido en la iglesia católica. La pasada madrugada sentí algo muy especial, como la fuerza de una ángel que baja a reafirmamos que Jesús estará con nosotros hasta el final de los siglos.
Todo el mundo estaba alegre y lucían en los rostros sonrisas. Una sacristana, la turiferaria que cuida de las velas del lampadario-hacía cientos de velas en un reclinatorio- evitó que la cera cayera sobre mi abrigo nuevo con una sonrisa. Los feligreses sonreían y se saludaban unos a otros e incluso los oficiantes adoptaban una actitud muy humana parecida a la de aquellos canónigos de mi juventud que reclinaban su espalda sobre los reclinatorios.
Nada de esa actitud adusta y ese rigor apenado de nuestro catolicismo (antes las cosas no eran así) sin embargo, un maestro de ceremonias que esgrimía una especie de vareta plateada apuntadora cuidara de que todos los actuantes cumpliesen la rúbrica, pronunciaran las palabras de la consagración que el rito de San Juan Crisóstomo es cantado:
- Eto telo maió, eto sabui maio, vo stablenia grekov (este es mi cuerpo que será entregado por vosotros para el perdón de los pecados)
- Eto krobi maia (esta es mi sangre)
No hubo sermón, sólo al final un obispo joven que lucía una pelo fuerte y unas barbas impresionantes, cuando se quitaba la tiara o mitra, en un par de frase nos dijo que la RESURRECCIÓN Es el núcleo doctrinal sobre el cual gira la vida de la creyente ortodoxia, en su espiritualidad, en su liturgia. Se trata por tanto de una religión muy alegre y esperanzada porque al final de la muerte y los dolores todos resucitaremos con ÉL.
Este principio difiere un poco del pasionismo católico, de nuestro jansenismo. Para la ortodoxia la salvación es algo total, concerniente a todo el género humano, por encima de las particularidades de la relación con un Dios personal, e intransferible, poco participativo, característica del puritanismo protestante o católico, que nos puede llevar con frecuencia a la hipocresía y a conducta de doble pauta.
Allí con mi vela en medio de una multitud que se agolpaba cantando el último evangelio de Juan En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, etc., en inglés, en francés, en latín, en ruso y en griego, ruteno y otras lenguas, percibía el estruendo majestuoso de la benignidad y poder del Pantocrátor del Señor que todo lo puede, que triunfó de la muerte y venció la prudencia del mundo y tuve la sensación de estar volviendo a mis raíces cristianas y el carisma que recibí en el bautismo.
La ortodoxia, me dije a mí mismo, puede salvar a la iglesia. Ellos rezan el credo de Nicea y proclaman a la iglesia católica y apostólica. No se dice en esta oración que esa iglesia tiene por qué ser romana.
Ellos son patriarcales y nosotros somos papales pues creemos en un supuesto contendible como es que el obispo de Roma es el vicario de Cristo, con lo cual en muchas de sus funciones puede atribuirse potestades del discípulo por encima del maestro- el mensaje es el medio que diría MacLuhan y da la sensación de que el monolito del papa anula la sombra o el perfil de Cristo, y eso es mezclar la política, pues el pontificado es una institución merovingia de los tiempos de Carlomagno, con el depósito de la fe, que ha de ser colegial, democrática y no monárquica- nadie tiene la última palabra o creerse en posesión de la verdad, y eso nos lleva a cierto fanatismo y a la superstición, al culto fetichista a la personalidad, a la macrocefalia, a la corrupción en la cual siempre degenera el poder absoluto.
La organización vaticana es jerárquica y monolítica, macrocefala (un cuerpo pequeño apéndice de una cabeza enorme) y la de Constantinopla más humilde y pluricéfala (muchas cabezas que convergen en el cuerpo místico de Cristo) no cree en el Purgatorio y rara vez sus clérigos más humildes, y hombres casados, practicaron la simonía o conocen el estigma de las Investiduras y las Indulgencias, materia de escándalo para Lutero y los anglicanos, y causa del Cisma de Occidente. En definitiva, los orientales muestran una faz más humana, mucho menos dogmática, pero este aliciente ha servido para conservar la cohesión, sin caer en ese maximalismo romano, punta de lanza de los católicos intolerantes, desde la caridad y la compasión. Tampoco entre los griegos se conocen bullas de paidofilias, aunque, desde luego habrá, habida cuenta de la flaqueza de la carne. El poder se impone desde arriba pero la ortodoxia es democrática- elige a sus presbíteros y a sus diáconos, a sus metropolitas- y las decisiones de orden canónico se organizan a través de concilios y consensos entre los diferentes patriarcados (Constantinopla, Alejandría, Antioquia. Jerusalén) mediante sínodos.
Cada una de las iglesias o heptarquías son autocefalas y la autoridad es compartida. Ello ha permitido que la fe y el culto se hayan conservado a través de dos mil años casi milagrosamente. Esta idiosincrasia puede ser un tablón de salvación para la Barca de Pedro romano en cuya quilla, en cuya proa e incluso en el puente de mando han aparecido preocupantes vías de agua. En fin, toda una lección de fe que me hacen gritar:
-Resurrexit sicut dixit.
-Christ has risen.
Este año entoné el Vexila Regis prodeunt, la bella antífona de Pascua de la SRI, con más fervor que nunca.
lunes, 05 de abril de 2010